Que los niños sientan miedo es algo bastante habitual. Yo lo tenía a lo irracional, lo sobrenatural, a lo que no tiene explicación lógica o científica. En definitiva, a lo desconocido.
También un especial "respeto" me han dado siempre las arañas, que me sobresaltaban al descubrirlas, pero que valientemente me atrevía a matarlas, no sin antes escudriñarlas bien para ver cuán largas o peludas eran sus patas....
No me digáis que no asusta...
En cada rellano había un hueco a la derecha y otro a la izquierda, ambos con dos puertas ¡esos temibles huecos! Cuando conseguía pasar un rellano y me disponía a subir el siguiente, completamente rodeada de oscuridad, ya me asaltaba la certeza de que sería ahí donde estaba "escondido" el monstruo. Después, para bajarlas, iba tan rápida que estaba casi segura de que no me atraparía.
Los vampiros, que también pertenecían a esa especie de los ni vivos ni muertos, me daban pavor, sobre todo desde que había visto la película muda del año 1922 "Nosferatus". Terrorífica la escena en la que se ve su sombra subiendo las escaleras muuuuy despacio para no despertar a la doncella que duerme arriba y a la que quiere morderle la yugular.
¡¡¡¡¡AAAAAAAAHHH!!!!!
No recuerdo haber visto en el cine una escena que me pusiera los pelos más de punta que ésa.
Según la película que emitían por televisión en "Sesión de tarde" los sábados, así pasaba yo la semana siguiente. Recuerdo haber visto una en la que un reptil enorme se adueñaba de las calles de una ciudad rompiendo edificios a colazos, y devorando personas que luchaban por escapar de sus fauces moviendo sus piernecitas frenéticamente hasta que con un movimiento de cabeza el monstruo se los tragaba enteros. Me pasé la semana angustiada por las noches en mi cama imaginándome que el bicho aparecería en cualquier momento atravesando la pared de mi habitación y zampándose a toda mi familia dejándome a mí como postre.
¡Bon profit!
"La zarpa", cuya trama se basaba en un amuleto maldito, y "El caso del Sr. Valdemar", que trata sobre la hipnosis a un muerto, consiguieron dejarme varias noches en vela. En esa época compartía cama con mi hermana Julia, a la que de vez en cuando tocaba para verificar que no se estuviese descomponiendo como el personaje de esa historia de Ibáñez Serrador.
Este actor, Narciso Ibañez Menta,
trabajaba "de miedo"
Pero hay algo a lo que no le acabo de perder el miedo. Es cuando voy a un restaurante o a una cafetería y pregunto dónde están los servicios y me dicen la temida palabra "¡ABAJO!".
Me dice una de mis acompañantes, que casi siempre suele ser mi hermana, "¿Te acompaño?", y yo en un arrebato de valentía y coraje le contesto "No, si no hace falta...", cuando en realidad estoy deseando que venga conmigo.
Y ahí viene cuando la matan. A medida que voy bajando la escalera, las voces del público congregado en el local van disminuyendo, disminuyendo, disminuyendo... hasta que llego ABAJO donde no se oye prácticamente nada, es como entrar en otra dimensión. Ya podía estar mi piso así de insonorizado y me libraría de oír a las dos o las tres de la madrugada las peleas de mis vecinos de arriba.
Una vez allí y confiando en que esté el baño a rebosar de mujeres, se confirman mis temores de que no hay un alma ¿Dónde están las mujeres? ¡Si todo el mundo sabe que somos unas expertas en hacer colas en el WC!
Me esfuerzo por oír el pequeño murmullo que viene de arriba y me digo que no estoy sola y que si grito me oirán, así que cuando he acabado y me lavo las manos, no me entretengo ni en secármelas, ya que el aparato hace un ruido de mil demonios y podría ahogar mis posibles peticiones de socorro. Subo la escalera, con las manos mojadas, como alma que lleva al diablo, siempre mirando atrás y por fin llego al deseado y tranquilizador ruido de conversaciones de los comensales. ¡Ufff! ya puedo respirar tranquila....