Yo era una niña con poco apetito y muy delgada, por lo que me fui ganando calificativos a lo largo de mi niñez. Primero era "fideo", mote que me regalaban algunos vecinos y familiares cariñosamente. Luego, ya sin ningún cariño, en el colegio, algunos niños graciosillos me llamaban "palillo", y cuando llevé gafas, me subieron de categoría y pasé a ser "palillo con gafas".
Aquí era fideo
Aquí, palillo
Realmente, sí que parecía
un palillo con gafas, sí
un palillo con gafas, sí
Mientras iba creciendo y ganando centímetros de altura, mi peso casi no variaba, por lo que me convertí en una niña larguirucha y flaca.
Había personas que no tenían nada mejor que hacer que preocupar a mi madre diciéndole "Está muy delgada esta niña ¿Qué no come?". Era la frase más repetida y más escuchada de mi niñez. Entonces mi madre me llevaba al Dr. Pardina para que me recetara algo que me engordara y éste le decía "¿Para qué quiere a la niña gorda, si está sana", pero ante la insistencia materna me daban inyecciones de hígado superdolorosas o jarabes que no daban ningún resultado. Recuerdo uno especialmente asqueroso a base de sangre de caballo, que sabía a establo. Cuando lo tomaba casi podía oír el relincho del caballo.
Cuando no me daban quina Santa Catalina, me daban en ayunas una yema de huevo batida con un poco de café, y si no algún mejunje extraño que les recomendaba alguna vecina.
Por supuesto, todo eso no servía para nada. Seguía igual de delgada y encima tenía que soportar las odiosas comparaciones con las otras niñas de mi entorno, de edad parecida a la mía, que tan hermosas estaban con esos kilitos que a mí me faltaban.
Se juntaban el poco apetito con lo escrupulosa que era, y a la hora de comer apartaba todo lo que fuera de color sospechoso, como la cebolla o el pimiento del sofrito un poco quemado. Todo tenía que tener un color uniforme, sin tonos fuera de lo "normal", así que me dedicaba a apartar en el borde del plato lo que no me parecía "comestible", y mi madre me decía cabreada: "¡Cuando acabes de adornar el plato, lo colgaremos en la pared de tan decorado que lo dejas!".
Un día que iba con mi tía Elisa por la calle, le comentaba a una amiga suya lo poco que yo comía, y ésta exclamó "¡Se le va a encoger el estómago a esta criatura por comer tan poco!".
Inmediatamente, ¡clic! se activaron los rayos X mentales en mi cerebro, y pude ver cómo mi estómago se iba encogiendo cada vez más hasta quedar reducido a la mínima expresión, con la consiguiente angustia que eso me provocó ¡Había que solucionar esto!
Total, que todas las noches antes de acostarme rezaba un Padrenuestro, y a partir de entonces, al final añadía la coletilla "Y que no se me encoja el estómago".
Inmediatamente, ¡clic! se activaron los rayos X mentales en mi cerebro, y pude ver cómo mi estómago se iba encogiendo cada vez más hasta quedar reducido a la mínima expresión, con la consiguiente angustia que eso me provocó ¡Había que solucionar esto!
Mi hermana Julia detrás mío, y
mi tía Elisa detrás de mi prima Laura
¡Y no se me encogió, no! Pero, he continuado delgada toda mi vida.
¡sólo faltaban las gafas!
qué feas eran éstas...
qué feas eran éstas...